Hola a todos!
Hoy me tomo un respiro del DIY y quiero compartir unas mini vacaciones que hicimos hace poco a una de las zonas de España que más me gustan… Andalucía.
Los que tenéis la suerte de conocerla sabéis a qué me refiero, y los que no espero que las fotos os despierten el gusanillo de visitarla. También podéis ver nuestro viaje a Barcelona cuando fuimos a visitar a mi madre.
Ya sabéis que viviendo en una isla, la única forma de salir de aquí es en barco o en avión, y como llevábamos coche la respuesta era sencilla. Nos embarcamos rumbo a Denia!
Cuando llegamos ya era tarde noche así que no hicimos fotos, pero estiramos un poco las piernas visitando la zona. Además hacía un clima estupendo para ser mediados de noviembre! Si hay algo que recomiendo a la hora de hacer viajes donde vamos a andar, y andar y andar es llevar un calzado adecuado. Hoy en día encontramos deportivas que no se ven como si fuéramos a jugar un partido de tenis 😉 Para que os hagáis una idea, estilo deportivas casual mujer para ir a visitar lugares, y algo más formal como unos botines marrones para algo más formal.
Nuestra ruta empieza en Cádiz, la tacita de plata. Nos sorprendió ver la cantidad de molinos que nos encontramos, y me parece estupendo usar la energía eólica para producir electricidad, cuantos más recursos no contaminantes podamos usar mejor. También nos dieron pie a hablar de Don Quijote y sus molinos, aunque fueran diferentes y estuvieran en otro lugar.
Parada obligatoria en El Puerto de Santa María; allí se construyó una de las carabelas de la primera expedición del “Viaje del Descubrimiento de América”, la Santa María
Hay lugares de colores vibrantes por todos los rincones.
Después de visitar por nuestra cuenta El Puerto, fuimos a pasar la tarde a Cádiz con mi amiga Katrin del blog KreativK y su familia. Nuestras hijas congeniaron muy bien, nosotras tuvimos tiempo de charlar largo y tendido y nuestros respectivos maridos hicieron lo mismo.
Antes de cenar, acabamos viendo esta maravillosa puesta de sol desde un parque frente al mar.
Al día siguiente tocaba nueva visita, esta vez Castellar de la Frontera. Es un pueblo precioso en lo alto de la sierra, muy pintoresco y con unas vistas 360º espectaculares. Desde el hotel se permite subir a las terrazas de arriba y disfrutar de las vistas. Como el día estaba tan despejado pudimos ver hasta Gibraltar.
Y como nos llamaba tanto la atención Gibraltar decidimos visitarlo también. DNI en mano cruzamos la frontera, y después de varios intentos infructuosos de que alguien nos supiera indicar cómo llegar al lugar que queríamos (sin mucha voluntad por su parte tengo que añadir) decidimos que nos volvíamos a España. ¡Suena raro, lo sé! Comimos en La Línea y nos recreamos en un parque estupendo frente al Peñón.
Como íbamos a estar en Cádiz sin visitar Tarifa… impensable!
Me sorpendió lo cerca que está y se ve África, y mis hijas emocionadas de haber estado en el lugar (aproximado) de las Columnas de Hércules.
El nombre de esta plaza frente al mar le va que ni pintado, la de historia que podrán contar esas paredes.
Los colores del atardecer allí son preciosos.
Y que voy a decir de la puesta de sol en Tarifa…
Nuevo día y nuevo lugar a visitar: Sevilla!! Tuvimos la suerte de tener una anfitriona y guía muy especial, mi amiga Pili de El Antiguo Bazar.
Nos explicó que la Torre del Oro obtuvo su nombre porque era donde guardaban el oro que traían de las américas.
Aquí una vista sobre el río Guadalquivir y al fondo el puente de Triana.
Sevilla es preciosa y elegante, se puede ver por sus construcciones.
Al rato se unió a nosotras Mari Cruz, y seguimos con la visita turística hasta la hora de la comida.
Por supuesto había que subir a la Giralda y admirar las vistas desde arriba. Saliendo me acorralaron unas gitanillas armadas con ramitas de romero que querían leerme la mano. Mi amiga luego me comentó que un truco infalible es decirles «no, mi arma!» (mi alma) con acento andaluz. Lo probé otros días y funcionó!
Y perderse por los callejones de la ciudad.
Hasta llegar a la Plaza de España, sencillamente espectacular.
Las niñas nos pidieron paseo en barca, y probaron sus dotes con el remo 😉
A quién no le gusta perseguir pompas de jabón?
Esta foto era para la abuela.
Al día siguiente otra amiga, Pepa, nos mostró la antigua fábrica de tabaco y de camino vimos este precioso hotel, Alfonso XIII. Incluso entramos dentro y admiramos un patio interior de ensueño.
Hoy tocaba visitar el barrio de Triana, así que bien calzados y con alguna que otra protesta por tanto andar de las niñas nos fuimos para allí.
Los nombres de las calles allí suelen estar hechos con azulejos, así que como no íbamos a entrar en una fábrica para ver todo lo que hacen.
Un paraíso de colores.
Si es que los andaluces tienen arte pa’ rabiar!
Por supuesto no nos olvidamos el Mercado de Triana. Allí hay que ir comido o te lo llevarías todo.
Y siempre hay alguna tienda que me llama la atención, mirad que chulada.
Para compensar tanta visita hicimos una parada en un parque, hay que contentar a toda la familia. Este estaba en Dos Hermanas.
En nuestro viaje de vuelta hicimos parada en Córdoba. No la conocía y la verdad que me enamoró.
La famosa Plaza del Potro, con la posada justo a la izquierda, de la que habló Cervantes en El Quijote.
Aquí la Puerta del Puente, majestuosa.
El Puente Romano, el único puente que tuvo Córdoba durante 20 siglos (ahí es nada!). Era el único puente que permitía el acceso desde la península ibérica a tierras andaluzas sin necesidad de embarcaciones para atravesar el Guadalquivir.
Visita curiosa a la Calleja del Pañuelo. Se cuenta que su nombre se debe a que en época árabe vivía aquí un comerciante de sedas y de telas tan bellas y finas que eran cosideradas como el oro, tanto por su calidad como por su costoso precio, lo que hacía que más de un visitante solo pudiera comprarse un pequeño trozo de tela a modo de pañuelo.
Córdoba es preciosa incluso al alba. Dejé a mis fatigados acompañantes durmiendo y decidí visitar la Mezquita. De 8:30 a 9:20 h la entrada es gratuita, luego la cierran para celebrar una misa y después ya se pueden comprar entradas para visitarla.
Esperando en la puerta ya podía ver el Patio de los Naranjos.
Y cuando entré me quedé sin respiración. Las fotos no le hacen ninguna justicia, lo tengo que decir.
Ya de vuelta callejeando por las calles de Córdoba. Resulta que el color añil de las puertas y la fachada sirve para evitar que las moscas entren. Por lo visto cuando da el sol ese color les molesta y no se acercan.
No hay carretera que se precie sin un Tío Pepe.
Y por supuesto sin un toro de Osborne.
Ya en Jaén el comprar aceite de oliva fue parada obligatoria.
Y las vistas desde el Peñón de Ifach son increíbles. Como íbamos un poco justos de tiempo para coger el ferry no pudimos subir hasta arriba de todo andando, así que queda como visita pendiente para otro viaje.
Me a gustado mucho el recorrido y más haber podido compartir un rato con tan buena compañía, encantada de conocerte y a esas niñas preciosas, también fue la primera vez que subí a la Giralda, un beso